Es lo que nadie quiere tener cerca. Es lo que da asco. Es lo que hay que sacar rápido de casa, porque se pudre, porque ensucia, porque es antihigiénico e indigno convivir con ella. Entonces da la impresión de que vale hacer cualquier cosa con tal de deshacerse de la basura. Total, a nadie parece importarle que después se convierta en un problema que afecte a otros.
En diciembre, el sistema falló: un conflicto sindical en la empresa 9 de Julio produjo demoras en la recolección de residuos. Y también demostró que la infraestructura de la Municipalidad para responder durante una situación crítica como la que se planteó en ese momento es insuficiente. Indudablemente, la consecuencia de un servicio deficiente es una ciudad inundada con basura, que es lo que tenemos ahora.
Pero basta una recorrida por los vaciaderos para advertir lo evidente: los residuos domiciliarios son mayoría. El dato es una excelente definición de egoísmo: sacar las bolsas fuera de horario, pagarle unos pesos a los carreros para que se las lleven o ir personalmente hasta el vaciadero a tirar todas las porquerías son actitudes que nos definen.